Recuerda perfectamente el día en que llegó a Ibiza: el 8 de noviembre de 1976. Javier Pablos, leonés nacido en 1950, desembarcó aquella jornada para ocupar una plaza en la Extensión Agraria ganada por oposición. Vino para quedarse, como mucho, un año, pero ha sido toda una vida. Recién jubilado, recoge estos días su despacho y piensa en lo que hará desde ahora: «Nada». Y el campo, desde ahora para pasear.
JOSÉ MIGUEL L. ROMERO | IBIZA Después de casi 40 años dedicado en cuerpo y alma al campo ibicenco, Javier Pablos, recién jubilado como jefe de sección de la conselleria insular de Agricultura de Ibiza, advierte de que no piensa plantar ni un pino a partir de ahora: «Ahora, solo para pasear por él», declara este senderista. Aunque su labor al frente de esa sección acabó hace un mes, aún visita de vez en cuando su despacho para sacar de allí el material acumulado a lo largo de los últimos años, sobre todo del ordenador que usó durante los tres últimos lustros.
Nacido en Astorga en 1950, Pablos estudió en León ingeniería técnica Agrícola. Después, tras trabajar en Valencia y en Canarias en la sección de fisiopatías del Ministerio de Agricultura y de hacer prácticas en Galicia, aprobó las oposiciones del Servicio de Extensión Agraria –un organismo autónomo del Ministerio de Agricultura– y escogió plaza en Ibiza: «Llegué el 8 de noviembre de 1976», recuerda con pasmante exactitud. «Elegí la isla como escoges las cosas a los 25 años, porque me sonaba y apetecía, sin idea de permanencia. Pensé que estaría un año y luego iría a otro sitio. Había venido anteriormente una vez de vacaciones. Para mí, Ibiza representaba el Mediterráneo».
El leonés desconocía absolutamente esta zona, que para él representaba «una apuesta desde el punto de vista profesional y humano». Venía a probar, pero se quedó finalmente cuatro décadas por dos razones: «El trabajo fue muy gratificante desde el primer momento. Tuve un jefe, Juan Calvera, que fue lo mejor que le puede ocurrir a alguien que inicia un trabajo. Condujo mis primeros pasos en una actividad que desconocía absolutamente». Además, le convenció el hecho de que los agricultores ibicencos reconocieran su trabajo: «Me ayudó a coger confianza y trabajar a gusto».
Era otra Ibiza, aunque ya entonces «los payeses empezaban a tener los mismos problemas que hay ahora. Había más que ahora porque entonces se cultivaban más explotaciones de secano. Actualmente han perdido prácticamente la rentabilidad». Las dificultades que a su juicio atraviesan las explotaciones de secano de deben a que «son de pequeñas dimensiones. Con la almendra y la algarroba no se pagan ni siquiera los trabajos que habría que hacer para mantener esos cultivos». Cree, en ese sentido, que «será muy difícil que las explotaciones de secano se mantengan en el futuro. Cada vez se ven más abandonadas. Le quedan dos afeitados» de no cambiar las cosas. Porque cultivar en la isla sale caro: «La insularidad añade unos costes a la producción que hace difícil la supervivencia».
Tiene muy buenos recuerdos de aquellos primeros pasos en Ibiza: «Primero fue un trabajo de extensión agraria, muy directo con los agricultores asesorándoles en la propia explotación agraria o en las visitas que nos hacían a la oficina de la calle Catalunya, formándoles mediante cursos de técnicas agrarias. No tenía nada que ver con lo que he hecho los últimos años, que era un trabajo mucho más burocrático. Era más gratificante al principio. Al final compensaba estar al lado de tus compañeros y ser reconocido por ellos. En esta ultima etapa conocía antes el expediente que a las personas que estaban detrás, no como en mi trabajo como extensionista, en que el payés y sus problemas eran el origen de todo».
Lo peor, el picudo
Desde 1976, su trabajo ha evolucionado sustancialmente. Empezó como oficina de Extensión Agraria dependiente de la región Cataluña-Balears; pasó luego a ser una delegación de Agricultura de la Comunitat Autònoma balear y finalmente se convirtió en una oficina de Agricultura del Consell. A partir de su llegada se las ha tenido que ver con muchas plagas (la Tuta absoluta, la mosca de la fruta...), pero de todas, la peor ha sido la del picudo rojo: «Es la que más recursos económicos y de personal se ha llevado. Con otras, el agricultor está muy interesado en combatirla porque le va en ello la rentabilidad.
Pero el picudo afecta a plantas con las que en muchos casos el particular no hará nada por impedir que sea atacada, entre otras cosas porque es muy costoso el tratamiento. La tuta [que afecta al tomate] entró prácticamente al mismo tiempo y no es ahora un problema».
Dice que se va «satisfecho» por el trabajo hecho: «Lo he pasado relativamente bien durante 40 años. Ha sido gratificante. Me voy a gusto y con la conciencia tranquila. Todos estos años he sido coherente con mis principios». Solo hay algo que le remuerde y por lo que, si pudiera, regresaría al pasado para ponerle remedio: «Hay un fracaso para mí muy claro en estos años. Si pudiera volver atrás miraría cómo demonios podría haber salido bien. Me refiero al plan de riego de Santa Eulària, un proyecto tecnológicamente puntero e innovador que abarca a más de 200 hectáreas. Y no se riega nada porque la calidad del agua es pésima. Fue un trabajo al que dediqué muchos esfuerzos, pero dotar de calidad agronómica al agua de la depuradora estaba fuera del alcance del departamento de Agricultura», lamenta.
Afirma que a lo largo de todos estos años no nota diferencia entre un conseller del PP o del PSOE al frente de la conselleria de Agricultura: «Ellos mismos consideran que es un departamento amable. La razón: es difícil equivocarse en agricultura, pues el 90% del trabajo de esta oficina es gestión ordinaria de unas competencias que vienen reguladas a través de la Unión Europea, del Estado, de la Comunitat...».
Solo una orquídea en casa
¿Y qué hará una vez jubilado? Es la pregunta que le hacen todos sus amigos y para la que tiene una respuesta contundente: «Nada. No tengo nada planeado. Lo que sí tengo claro es que profesionalmente no creo que me vuelva a dedicar a nada. Cada vez que me preguntan qué voy a hacer respondo lo mismo: nada en lo profesional, pero tengo muchísimos hobbies».
Aficiones como estudiar Ciencias Políticas y de la Administración, una carrera que eligió por ser «poco dura y muy versátil». Al campo no le dedicará más tiempo y energías que para pasear por él como buen senderista que se declara: «Soy urbanita. No cultivo nada, solo tengo una orquídea en casa».
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