viernes, 27 de marzo de 2015

Las 101 Ninfas del Dios Bes en Formentera

Un veloz navío fenicio surca el Mediterráneo en dirección a Thapsus (Túnez), Libia, Cartago, Gadir, Ibiza o Formentera. Tal vez identificamos el navío por la maestría con que está siendo capitaneada. Tal vez sea la belleza de las velas tejidas al viento las que proveen de los signos inequívocos de la presencia de este pueblo rojo en referencia a su maestría en la cerámica y el arte del vino. Sin embargo, si observamos el barco más cerca, detectaremos una efigie divina imponiéndose al horizonte y mostrando energías que van mucho más allá del símbolo: el dios Bes. Una efigie que conecta tres civilizaciones inmensas, tres pueblos poderosos, los egipcios, los fenicios y los cartagineses…
El mar trajo a las orillas de las Islas Baleares estas civilizaciones que se estaban comiendo a la modernidad – su modernidad – a grandes bocanadas. Recordemos que fue la navegación la que hizo avanzar a la humanidad tal como la conocemos hoy en día, a través de la expansión del europeo hacia un progresivo occidente en un dudoso renacimiento, cuando embarcamos en un avión y navegamos por internet. Pero por motivos de extraordinaria importancia y estrechamente relacionada con la importancia de la sal en la antigüedad, fue especialmente en Ibiza y en Formentera donde estos pueblos decidieron asentar la decisiva actuación de un dios egipcio, fenicio y cartaginés, tan extraordinario. Recordemos brevemente que la isla de Bes fue colonia fenicia en el siglo séptimo a.C., sustituida por los cartagineses en el último tercio del siglo sexto.
Si bien mitos y leyendas que pretendían explicar parcialmente las realidades de lo existente en el seno de dichas civilizaciones, como por ejemplo la isla de Ibiza como última parada de la “senda de los elefantes” donde algunas fracciones de estos pueblos venían a morir, lo cierto es que la lógica que nutre los relatos de cada mito configura esencias de gran riqueza. Es el caso único de la intensa relación entre Ibiza y Formentera y el dios Bes.
Podríamos utilizar un símil para referirnos a una leyenda y así ilustrar el presente relato. Se trata acaso de las islas del sol y la luna en el lago Titicaca en el Altiplano de Bolivia y sur del Perú. El emperador vivía en la isla del sol, cuya sociedad era férreamente restringida y controlada. Pero todavía más lo era el de la isla de la luna configurada por hermosas mujeres destinadas a satisfacer el erotismo del monarca. Así, el dios Bes eligió Ebusus, la isla del sol y de la sal para su cotidianeidad. La isla de Formentera fue destinada a albergar a las ninfas que debían saciar la enorme potencia viril del dios enano y rechoncho en las noches de luna llena. Esas noches cuando la mayor cercanía de la luna provoca pleamar y el vello de la nuca del lobo se eriza instintivamente. Esas noches cuando la sal que viaja en los brazos del viento es más espesa y genera el incomparable olor de una isla de luz fabulosa. Esas noches que anula las convenciones cronotópicas convirtiendo la vida cotidiana en rito. Esas noches cuando el dios Bes daba la orden de navegar hasta la vecina isla de Formentera para cumplir con las 101 ninfas de extraordinaria hermosura y que jugaban a esconderse en las cuevas de la isla y dejarse encontrar por el dios enano, únicamente vestido con una especie de bata de tejido de lana teñida con púrpura de Tiro tan característica del virtuosismo fenicio. Esas noches cuando las ninfas deseaban la llegada del dios y todo un séquito de navíos cargados con perfumes, cosméticos y joyas de gran valor. Esas noches cuando la imagen de Bes reflejada sobre el agua a través de la luz de la luna convoca a las corrientes cuyas voces deberíamos poder volver a escuchar. Esas noches que fueron famosas a lo largo y ancho del Mediterráneo por significar un gran impulso a la cultura del vino, pues fueron los fenicios quienes tuvieron una gran importancia en su comercio y desarrollo, propagando diversas variedades y cepas antiguas de vid. De ello se benefició toda la cuenca Mediterránea en países como el Líbano, Argelia, Túnez, Egipto, Grecia, Italia y por supuesto España y Portugal. Evidentemente los descendientes púnicos de Cartago tuvieron una influencia esencial sobre Grecia y Roma que posteriormente extenderían la viticultura por lo que hoy conocemos como Europa. Así es, podemos observar a Bes rodeado por el perfume del vino almacenado en las estupendas ánforas sobre las que relatarían el cartaginés Magón, primero, y el romano Columela después.
Una historia fascinante del dios Bes asociada a Ibiza y Formentera, y cuya imagen sobre las olas de Es Freus todavía resuena en nuestra imaginación mítica. Leyenda o no, la historia oficiosa relata que hasta el mismo Aquiles se acuerda de Bes cuando observa las costas de Troya en su camino hacia la fama y la creación y la destrucción. Un ciclo que ha acompañado al ser humano desde que es ser humano.

Fuente: Hopyachts

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