Hoy continuamos con el tema que ya comenzamos la pasada semana. Durante la segunda década del pasado siglo XX se realizaron diversos intentos por llevar a cabo la instalación del teléfono a la isla de Ibiza. El teléfono se había generalizado a partir de la década de los años veinte con diversas compañías particulares que ofrecían un servicio muy diverso y muchas veces, muy deficiente.
En 1924 se creó la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), que asumía el servicio de una manera monopolística. En 1926 se estableció la comunicación directa entre Madrid y Barcelona. En Ibiza, la instalación del teléfono era una petición repetida, y un personaje llamado Antoni Torres, dirigente del partido Unió Patriótica, efectuó numerosas gestiones a partir de 1928 que dieron sus frutos.
La Unión Patriótica fue un partido de aire institucional fundado en 1924 a instancias del dictador Miguel Primo de Rivera, sobre las bases de las Uniones Patrióticas que había creado el futuro cardenal Angel Herrera Oria y su Asociación Católica Nacional de Propagandistas, con la intención de constituir un gran partido de orientación católica. Primo de Rivera le quiso dar un aire diferente: quería que el nuevo partido sustituyese a los partidos tradicionales, que catalogaba de corruptos y de diese apoyo a su régimen dictatorial.
En 1928, y el año siguiente parecía que el teléfono se convertiría en una realidad y se esperaba poder conectar los pueblos principales de los municipios con la ciudad de Eivissa, y bajo esta premisa se realizaron los proyectos técnicos correspondientes. Se pedía insistentemente que además de la comunicación entre los pueblos, también se planificara la conexión con el exterior, pero esto tuvo que esperar más tiempo.
Las gestiones de Torres consiguieron que la Compañía Telefónica se comprometiese a instalar de forma gratuita todos los teléfonos que se habían solicitado en el pueblo de Santa Eulària, aunque estos teléfonos tenían que depender de la centralita que se ubicaría en Eivissa. También la Compañía Telefónica se comprometía a la instalación de centros telefónicos en la venta de Santa Maria (Ca na Negreta y can Clavos) y en Sant Rafel, ya que aseguraban una recaudación mínima de 15 pesetas al mes.
Cuando las línesa que habían de unir los diferentes pueblos ya se encontraban casi listas, el 15 de octubre de 1929 un camión que transportaba diversos obreros que trabajaban en la línea de Sant Antoni de Portmany sufrieron un grave accidente. El camión era de la marca Ford, propiedad del industrial Pere Marí Reiet, de Sant Joan de Labritja, y que estaba a disposición de la Telefónia, salía de la villa de Eivissa después de mediodía con quince obreros y material diverso. Antes de llegar a la cuesta de sa Casilla, la última antes del llano de Sant Antoni de Portmany, sobre el kilómetro doce de la carretera, dejó un capataz y cuatro obreros, el resto continuó hacia Portmany. El conductor era el joven Pere Marí Ramón, Covetes, también de Labritja, y cuando descendía la última cuesta, la de sa Casilla, el camión perdió los frenos y con el claxon avisó a un coche que iba delante para que se apartara y lo dejase pasar. Sin poder controlar el vehículo, salió de la carretera y dio tres vueltas de campana. Todos los ocupantes salieron despedidos de la caja del camión, ya que no llevaban ningún tipo de sujeción y con ellos, todas las herramientas y aparejos que llevaban juntamente con los cartuchos de dinamita que utilizaban para hacer los agujeros de los palos que, afortunadamente, no explotaron.
El coche que había adelantado el camión era el vehículo de Obras Públicas, que se dirigía a Sant Antoni y llevaba al ingeniero destinado en Eivissa, Alvaro Piernas, el juez de Ibiza, Carmel Miquel y el presidente de la Audiéncia, Jovinos Fernández y tres jueces más, que se encontraban en Eivissa para la celebración de unos juicios. Estas personas fueron los primeros que auxiliaron los heridos. Cuando se comunicó el accidente a Sant Antoni, desde el pueblo salieron dos coches más, uno era el del alcalde, Joan Prats Colomar Bonet y el otro, el del torrero del faro de ses Coves Blanques, el señor Perelló. Con los dos vehículos, además de los propietarios, llevaban un médico, el señor Lahiguera, el sargento de la guardia civil y algunos particulares.
Tres muertos
Los tres vehículos mencionados trasladaron los heridos al local que la Cruz Roja tenía en el paseo de Vara de Rey. Allí acudieron todos los médicos que ejercían en Eivissa: Antonia Serra Torres, Riera Ferrer, Josep Costa Ramón, Marià Costa Roig y Joan Villangómez. A medida que llegaban eran curados y dependiendo de la gravedad de las heridas, eran enviados al Hospital, que en aquellos momentos se encontraba en Dalt Vila, con acceso por las calles del Hospital y de la Soledad. El equipo de la ambulancia de la Cruz Roja era el encargado del traslado y recordemos que en el primer momento, era el equipo hospitalario ambulante destinado a prestar los primeros auxilios.
Tres de los diez ocupantes murieron: Josep Olmo Roig, Pere Marí Ramón y Mariano Juan de Dios. Josep Olmo era un joven que había empezado trabajando en un horno, pero que cambió y pasó a trabajar en la Telefónica porque ofrecía mejores jornales, muy necesarios para mantener a su familia. Los que tenemos cierta edad, recordamos a su hermano Anselmo, con la tienda de ropa en la calle de las Farmacias.
Mariano Juán era natural de Madrid y había pertenecido a la banda militar del batallón con guarnición en Eivissa, hasta que éste fue disuelto. Era miembro de la Banda Municipal. Estaba casado y tenía dos hijos.
Pere Marí tenía 24 años, era el chofer del camión. Huérfano, fue acogido por el secretario del Ayuntamiento de Sant Joan de Labritja, el señor Castellanos y lo tenía como a un hijo más.
A pesar de todas las dificultades, al cabo de pocos meses, las líneas telefónicas se encontraban finalizadas, comunicaban los pueblos principales de cada municipio con la ciudad de Eivissa, excepto Sant Josep de sa Talaia, que no mostró ningún interés por esta iniciativa. La inauguración de la centralita telefónica de Eivissa se celebró en la mañana del día 30 de marzo de 1930.
Fuente: Por Felip Cirer Costa
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